Tuesday, February 20, 2007

Una historia muy singular


El tío Julián nos contó la historia de un violento joven británico que, gracias a un tratamiento de reinserción social otorgado por el gobierno, culmina sus días como un ente vulnerable a cualquier agravio físico o verbal de sus conciudadanos. Jamás imaginábamos que la vida de este joven estaría tan relacionada con la política argentina, más específicamente con el Padre de los Argentinos, el abrazo paternalista por excelencia...el padre de la patria ¿socialista? Juan Domingo Perón.


Chicos, les voy a contar una historia:

Había una vez un grupo de jóvenes rebeldes que vivían bajo reglas y costumbres violentas. Este séquito de vándalos marginales se autodenominaba “Los Droogos”. Como en toda organización social se responde a un líder, no faltó mucho para que Alex De Large se convirtiera en el máximo responsable de las tropelías y desmanes que provocaban estos muchachos. A Alex le fascinaba la Sinfonía Nº9 de Beethoven y ajusticiaba a sus victimas recordando vívidamente esa melodía. Ustedes deben entender chicos que todo esto transcurría en la década del 70, y se acostumbraba a que los jóvenes tengan ideas revolucionarias y contestatarias. Sin embargo, el gobierno de ese país no estaba muy contento con esa mentalidad. Los Droogos iban por la ciudad peleando con bandas rivales y violando todas las normas que ese gobierno paternalista derechista había instaurado como consignas a seguir. Entonces, el presidente se cansó de tener tantas noticias nefastas y salió al balcón para hablar con todos sus conciudadanos.




Al escuchar esto, los compañeros de correrías de Alex tuvieron miedo de caer presos y cambiaron de vida (en forma aparente porque a pesar de enrolarse en la policía continuaban teniendo conductas violentas y represivas). “Los droogos” traicionaron a su líder y las autoridades lo culparon de asesinato en un confuso episodio. Encerrado y con un futuro no demasiado alentador, Alex se siente vacío, sin voz, ahogado entre tanta represión. Un día desde el ministerio del Interior le hacen llegar una propuesta para reinsertarse en la sociedad: aceptar formar parte del tratamiento médico extremo Ludovico. Sin dudarlo, Alex acepta. El proyecto del gobierno era simple y brutal. Lo obligaban una y otra vez a escuchar discursos del presidente de la Nación, mientras le suministraban gotas de kerosene extraídas de algunas bombas molotov que tanto le gustaba arrojar en la vía pública. Si el plan no falla, Alex asociará cada vez que escuche la voz del presidente o quiera realizar algún acto vandálico, un malestar insoportable que le impedirá seguir adelante con su crimen.


Cuando se completa el tratamiento, Alex queda completamente vulnerable a la violencia que se ejerce desde el gobierno. Se convierte en una víctima para los nuevos grupos revolucionarios y es indiferente a la propia realidad de su país. Continuará caminando como un ente por las calles y sobrevivirá a todas las presidencias siguientes trabajando en empresas burocráticas con mucho éxito. Se convertirá en intendente de una prestigiosa ciudad y perseguirá a la violencia con más violencia...porque Alex siempre fue afecto a la violencia y sobre todo a la violencia que aprendió a escuchar desde el balcón presidencial.

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